El misionero Hudson Taylor que trabajó en China durante el siglo XIX llevó una vida llena de fe y esperanza. Cuando murió, sus amigos dejaron este mensaje por escrito:
“Su vida misma era un libro abierto que demostraba lo que es la paz. Parecía que todos los días retiraba su alimento, es decir, ‘la paz que yo os doy’ (Juan 14:27) del banco celestial. En las cosas que el Salvador no se inquietaba y en las que el Espíritu Santo no se enojaba, él tampoco se inquietaba. Aún en momentos de problemas y de mucha seriedad, él poseía la paz de Jesucristo. Nunca se apresuraba, se ponía nervioso por algo o guardaba ira en su corazón. Conocía la paz que superaba toda sabiduría, y también sabia muy bien que no podía vivir sin esa paz”.
Muchas veces sentimos cuanto necesitamos de esa paz en nuestras vidas. Yo también deseo gozar de esa paz como Hudson Taylor. No es necesario sentirse inquietos, tensos. Ni hace falta buscar los medios para atraer la atención, ni intentar delegar el error de uno al prójimo.
Yo confío en Dios Padre. Su perfecto amor es la respuesta a todos mis temores. Si nos acercamos a Dios con fe, somos bendecidos. Recibimos paz y reposo en sus brazos de amor.
Dios alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.
Números 6:26
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