10 mar 2011

¿Ya llegamos?



Si existe algo así como una pregunta universal, quizá sea esta: ¿Ya llegamos? Innumerables generaciones de niños la han hecho. Después, al convertirse en adultos, tienen que contestar la misma pregunta cuando se la formulan sus hijos.
Cada vez que leo los libros de Moisés, me pregunto cuántas veces oyó esta pregunta, hecha por los israelitas. Antes de rescatarlos de la esclavitud y de sacarlos de Egipto, Moisés les dijo que el Señor los guiaría «a tierra que fluye leche y miel» (Éxodo 3:8). Y lo hizo, pero primero tuvieron que pasar 40 años vagando por el desierto. Sin embargo, ese peregrinaje no fue algo común, ya que no estaban perdidos, sino que el deambular tuvo un propósito. Después de 400 años de esclavitud, los hijos de Israel necesitaban reorientar su corazón, alma y mente hacia Dios.
Esto se logró en el desierto (Deuteronomio 8:2, 15-18), pero solo después de que toda una generación murió a causa de su desobediencia (Números 32:13).
En la vida, a veces parece que estamos dando vueltas en círculo. Nos sentimos perdidos; queremos preguntarle al Señor: ¿Ya llegamos? ¿Falta mucho? En esos momentos, es útil recordar que, para Dios, no solo es importante el destino, sino también cómo hacemos el viaje. Él lo emplea para humillarnos, probarnos y mostrarnos lo que tenemos en el corazón.


Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis,
y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Dios prometió
con juramento a vuestros padres.

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