Observa a un niñito seguir a su papá por la nieve. Se estira para pararse donde su papá pisa. No es tarea fácil. Extiende las piernitas lo más que puede para que sus pies puedan caer en las huellas de su padre.
El padre, al ver lo que hace el hijo, sonríe y comienza a dar pasos más cortos para que el niño pueda seguirlos.
Este es un cuadro de discipulado.
En nuestra fe seguimos los pasos de alguien. Un padre, un maestro, un héroe. Ninguno de nosotros es el primero en andar el trayecto. Todos tenemos alguien a quien seguimos.
En nuestra fe dejamos huellas para guiar a otros. A un niño, a un amigo, a un recién convertido. A nadie se le debe dejar andar solo el camino.
Este es el principio del discipulado.
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Juan 13:35
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