“Salir de toda esa situación” tiene un nuevo y total significado cuando decides, como lo hizo una joven escocesa, recorrer el mundo. Una atribulada vida de hogar la convenció de que necesitaba cambiar de escenario, así como un reto que probaría su temple.
¿Qué nos impulsa a andar por el mundo? En el caso de Ffyona, dedicó once años y abarcó más de treinta mil Kilómetros caminando desde el norte de Escocia hasta el sur de Inglaterra; desde Nueva York hasta los Ángeles; desde Sydney hasta Perth en Australia; y desde Sudáfrica hasta Marruecos. En el camino, luchó con enfermedades, insectos venenosos, mal tiempo, ampollas, pedradas y soledad.
Para seguir adelante, buscó la manera de motivar sus a menudo cansados pies. Pronto descubrió que si lograba enfocar su mente en hacer lo que tenía que hacer para cada fase del camino, su cuerpo descansaría. Mientras más fuerte era su mente, tanto mejor respondía su cuerpo.
Otro de los descubrimientos importantes de Ffyona fue que necesitaba vivir de día en día. Cada día se decía: “Si camino ahora quince Kilómetros, puede parar y disfrutar de una comida”. Dividiendo el camino en pequeñas etapas y en pequeñas recompensas hacía que le fuera mucho más fácil seguir dedicada a su meta principal.
Caminar parece que es la cosa más sencilla del mundo. Sin embargo, ¡qué poder tiene una caminata! Aun cuando no tenemos un destino en particular, nuestros pies nos pueden llevar a un nuevo lugar y darnos un descanso físico y psicólogo de donde hemos estado. A veces alejarnos de un acalorado debate es lo mejor que podemos hacer y la mejor manera de proteger una relación. Cruzar un cuarto para hablar con alguien que parece estar solo es a menudo el primer paso para formar una nueva amistad.
Por Jesús son ordenados los pasos del hombre,
Y él aprueba su camino.
Salmos 37:23
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