1 sept 2011

Una carga demasiada pesada



Ah , el apretón gradual del odio. Su daño empieza como una rajadura en el parabrisas. Gracias a un camión que corría a toda velocidad sobre un pavimento de gravilla, mi parabrisas sufrió una pequeña quebradura. Con el tiempo la muesca se hizo una rajadura y esta se convirtió en una fisura mayor de forma serpenteante. No podía conducir mi automóvil sin pensar en el necio que condujo tan rápido. Aunque no lo llegué a ver, podría describirlo. Sin duda es un vagabundo irresponsable que le es infiel a su esposa, conduce con una docena de cervezas en su asiento y mantiene tan alto el volumen de su televisor que no deja dormir a los vecinos…
¿Has oído alguna vez la expresión «ciego de ira»?
Permíteme ser muy claro. El odio amargará tu perspectiva y te quebrará la espalda. La carga de amargura es sencillamente demasiado pesada. Tus rodillas se doblarán por el esfuerzo y tu corazón se romperá bajo el peso. La montaña que tienes delante de ti ya es bastante empinada sin el peso del odio a tus espaldas. La alternativa más sabia —la única alternativa—, es que deseches la ira. Jamás te llamarán a dar a nadie más gracia de la que Dios ya te ha dado.


Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Efesios4:31-23

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